martes, 7 de diciembre de 2010

Un paso tras otro.

“No hace falta explayarse sobre lo que es obvio: la vida está poblada de horrores pequeños y grandes, pero como los pequeños son los que entendemos, son también los que nos sacuden con toda la fuerza de la mortalidad”. Stephen King.
Es decir, ¿A cuántos de nosotros nos preocupa la idea de que hoy a la mañana salimos de nuestra casa y no sabemos si regresaremos por la noche? El miedo es la emoción que nos ciega. ¿A cuántas cosas tememos? Tenemos miedo de apagar la  luz con las manos húmedas. Tenemos miedo de lo que nos dirá el médico cuando haya terminado de examinarnos. Tenemos miedo de abrir la heladera con los pies descalzos. Nos asustamos cuando el avión se convulsiona bruscamente en pleno vuelo. Cuando ese amor ha prometido llegar a casa a las once y ya son las doce y cuarto, nos sentamos y fingimos mirar el resumen de las noticias y miramos de vez en cuando el celular silencioso y experimentamos la emoción que nos ciega, la emoción que reduce el proceso intelectual a una piltrafa.
Hoy venia caminando y tenia uno retorcijones de estomago realmente dolorosos, pero me decía a mi mismo: “Dale, no te sientes que cada paso que haces es un paso más que estás cerca de casa”. Y a su vez me puse a pensar – siguiendo ese razonamiento lógico – que cada paso que doy es un paso que estoy más alejado de mi punto de origen y, a su vez, un paso más que estoy cerca de mi destino. Pero también, cada paso que doy es un paso más que estoy más viejo y un paso menos joven; cada paso que doy estoy cada vez más cerca de mi muerte y un paso más alejado de estar vivo. Alguna vez se hicieron la pregunta: “¿Cuándo es que voy a morir?”. Seguramente aunque sea una vez en su vida se han hecho esa pregunta. Y es que simplemente uno nunca sabe. Quizás hagas dos pasos más y mueras, quizás todavía tengas muchas carreras que correr, por ende muchos pasos por dar.
Ahora bien, ¿A que le tienen más miedo?; ¿A la muerte?; ¿Al dolor que puedan llegar a sufrir en el corto o largo camino hacia ella?... Porque en definitiva, en cualquier momento podemos salir a la calle y ser interceptados por un delincuente que nos apoya su frio revolver en nuestra cabeza exclamando por dinero. ¿Cuál sería la sensación en ese momento? Sin duda dolor no es, ¿Miedo probablemente? ¿De qué? De que nos maten seguramente. Pero si el delincuente jala del gatillo lo que menos sentiríamos es dolor. Por el contrario, si estamos postrados en la cama de un hospital esperando por nuestra muerte, sin duda la sensación que prevalecería es el dolor, ya que la muerte es un final anticipado de ésta.
“El miedo es la emoción que nos ciega”. Por ejemplo, podemos observar una interesante analogía entre el sexo y el miedo. A medida que adquirimos la capacidad de entablar relaciones sexuales, se aviva nuestro interés por dichas relaciones. Ese interés, si no se pervierte, se encamina naturalmente hacia la copulación y la perpetuación de la especie. A medida que tomamos conciencia de nuestra muerte inevitable, descubrimos la emoción llamada miedo. Y pienso que, así como la copulación tiende a la auto conservación, todo temor tiende a la comprensión del desenlace final.
Un paso tras otro la vida es cada vez más corta y estamos cada vez más cerca del desenlace final. ¿Vas a seguir viviendo con miedo?
Saludos.

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