sábado, 19 de mayo de 2012

Teorema del champú

No, no tenes que hacer gimnasia, ni tener los abdominales marcados, ni correr siete o diez kilómetros tres veces por semana. No vale la pena, el esfuerzo, no conduce a nada. Te lo digo porque yo fui nadador, en la adolescencia, nadaba como un loco, hacía los cien metros debajo del minuto, bajaba en el verano a la playa con esas mallitas chiquititas, pegadas al cuerpo, y me metía a nadar una hora al mar.
Tampoco es necesario tener un auto caro, para qué carajo te vas a comprar un auto caro. En la ciudad apenas te podes mover. Si querés tener auto para ir a Pinamar o para salir a pasear un domingo está muy bien, claro que está muy bien. Pero el auto, en este tema, no te va a ayudar en nada.
No hace falta que seas culto, no te esfuerces. Yo fui como tres años a estudiar teatro, y leía a Chéjov, leí a Dostoievski también. En una época andaba siempre con un libro de Foucault en la mano, un libro que debo haber tratado de leer como treinta y tres veces, y jamás entendí un pomo. Tampoco hace falta que escuches música clásica, podes seguir leyendo el suplemento deportivo de cualquier periódico, lo mismo da. 
Para resumir, si querés tener minas, no tiene nada que ver con eso. No hace falta que hagas taekwondo para defenderlas, ni que seas cantante de una banda de rock, ni que uses trajes Hugo Boss o que tengas casa en Punta del Este. No tiene la más mínima importancia.
Lo que tenes que hacer es lavarte el pelo con algún champú para bebés, eso sí. Porque vos te lavás el pelo con champú para bebés, ponele, una vez por semana. Y algo de ese olorcito tan particular, una fragancia en extremo sutil se te impregna, te va quedando. Y cuando una mina, por cualquier motivo, se te acerca, en un laburo o en la calle o en un bar, en cualquier lado, siente, percibe, algo que no puede definir, ese olor a bebé limpio que viene de cualquier parte y las impacta.
Ante ese olor la mujer, por imperativo categórico, porque está en el código genético, porque ahí están los dos mil años de civilización más allá de la rueda y el fuego, bueno, la mujer, ante ese olor, se prepara para parir, se le relajan un poco los músculos de la vagina. Ingresa en un estado de existencial predisposición y ahí sí, no importa lo imbécil que seas, ahí le entras aunque digas dos pavadas.

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