martes, 1 de mayo de 2012

Recuerdo estar parado ahí...
El escenario era cambiante, como en todo sueño, pero hubo una locación principal. Imagínense una gran mansión. Tenemos un sector; externo; parecía la entrada de ésta mansión. Mucho césped. Tenemos otro sector; también externo. Parece el jardín, pero éste es una playa. Más adelante les hablaré de la playa, pues es el escenario del desenlace.
Dentro de ésta gran mansión estaban todas las personas que pasaron por mi vida estos últimos 2 años. Había una gran fiesta. De esas que normalmente se detallan en películas Yankees, con mucho alcohol por todos lados, gente bailando y disfrutando.
Recuerdo estar parado en medio de esa gran mansión, pero contrastando totalmente con la fiesta; como si todo estuviera en color y yo en blanco y negro (aunque no estaba en blanco y negro, tan solo quería que entiendan el contraste del que hablo). Allí también, sentada, estaba la madre de una de todas estas personas. También contrastaba con esta fiesta, aunque se encontraba con un trago en la mano. Voy a su encuentro y no se cuáles fueron las palabras que cruce con ella, pero lo siguiente que recuerdo es estar parado en el jardín; esa playa que les mencioné al principio.
Ahí parado y mirando el mar, y sintiendo esa cálida sensación que es llegar por 1ra. Vez a la playa después de haber pasado tanto tiempo alguien toca mi hombro. Doy media vuelta y me encuentro con ella, la hija de está mujer con la que había hablado hacía unos minutos atrás. Y la veo ahí, tan hermosa como siempre, como si no hubiese pasado ni un segundo desde la última vez que la vi; y el remolino en mi interior era el mismo al de aquella vez...
Se acerca muy lentamente y con un beso me invita a irnos a lo desconocido. Yo sabía que estaba mal, pero no pude hacer nada para evitarlo. Acepté el beso sin titubear y mi cuerpo se elevó sin que mi mente pudiera hacer nada para evitarlo.
Al final de la playa había una puerta. Solo una puerta, ahí, suspendida sola en medio de la arena. En su interior se escondía un pequeño oasis, pero con columnas y vegetación que podríamos encontrar fácilmente en la Roma antigua. Ese fue nuestro escondite. Nos besamos hasta olvidar todo a nuestro alrededor. Nos besamos hasta que nuestra propia conciencia nos encontró...
Ahí estaba parado él y unos pasos más atrás ella. Su expresión, la de él, es muy difícil de explicar. Es una mezcla de sorpresa, decepción y desconcierto. Esa confusión que sufre aquel que ama con fervor y ha sido engañado delante de sus propios ojos. Por el contrario, ella, entendía completamente la situación. Él, a pesar de tal decepción, también la entendía...
He aquí la escena final. Recuerdo alejarme de ella pero determe un segundo y mirarla ahí parada, tan hermosa como siempre; como aquella vez, como hacía algunos minutos, como siempre. Recuerdo muy bien detenerme a su lado, mirarlo a los ojos y decirle: "Ella no tiene la culpa. Es una gran mina. Te la mereces. Cuidala"... 
Recuerdo seguir mi camino hacia ella, quien supo entender completamente la situación. Quién supo entender que una puerta del pasado se había cerrado...

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